Memoria. La ley del descarte por Germán Duarte
“Recuerdo que en aquella época los obreros, especialmente en la
campaña, atravesaban una situación verdaderamente dolorosa (...)
Peor que en la época de la esclavitud, porque por lo menos en esos
tiempos el amo tenía la obligación de mantener y cuidar al esclavo cuando
envejecía. En cambio, a los peones de campo, cuando se ponían viejos, los
largaban como a los caballos, para que se murieran en el campo”.
Juan
Domingo Perón.
Carla todavía recuerda cuando vio temblar las paredes
de su hogar y escuchó el estruendo de las bombas, que los ingleses descargaban
sobre su “paesino”, en el norte de Italia. Sin embargo, como le cuenta hoy en
día a sus nietos, cuando tenés 9 años te da lo mismo que se trate de una
nevada, de un terremoto, de una pandemia o de la Segunda Guerra Mundial, todo
resulta igualmente inexplicable y aterrador.
Frente a fenómenos de ese tipo, la autoridad
de turno impone medidas de emergencia para enfrentar una crisis que no se sabe
cuándo va a terminar. En el crepúsculo de su vida, Carla volvió a ver su futuro
amenazado, por un fenómeno global que se muestra tan natural e inexorable como
la inclemencia del tiempo y la codicia humana: la llamada “crisis de las
pensiones”.
En ese sentido, el 27 de marzo de 2023 se
dieron cita en el Hilton los principales dirigentes políticos y empresariales
del país, en la cena anual de la CIPPEC, un think thank que coincide con el
último informe del FMI en el diagnóstico: la crisis es inexorable, se debe
tener el “coraje” de tomar medidas de emergencia y el ajuste debe comenzar por
nuestros abuelos.
Esa
mañana, Carla escuchó algo que la dejó perturbada. Aunque su vista hacía rato había desaparecido, su oído seguía siendo
agudo. A pesar de las paredes, el sonido de la radio y los gritos de los
chicos, que la separaban de la voz de su nuera, escuchó cuando, mientras
preparaba las cosas del colegio, le gritaba a su hijo:
- ¡No
me vengas a correr con que gasté mucho de tarjeta, porque casi todo lo compré
para tu vieja, que bastante gasto nos está dando!
Otros
gritos contestaron esta frase y siguieron discutiendo sin que importara que
Carla estaba escuchando. Estaban demasiado ocupados: había que salir a llevar a
los chicos al colegio (¡cómo daban vueltas!) y llegar a tiempo para tomar el
colectivo, pero ¡no llegaban ni con un helicóptero!…
-¡In
questo apartamento, se escucha tutto!, murmuró Carla en solitario, sin
enojarse. Los deberes de la vida los
llamaban y Carla pensó que, ahora, ella estaba
muy cerca de la muerte.
Su
único contacto con el mundo exterior era la radio, que se recalentaba de sonar
todo el día. Hace años que no veía el reflejo de su frente marchita, ni salía a
caminar; ya podía sentir, lo que antes sólo sabía: La naturaleza no era amable con la carne.
Pensar
en eso hizo que sintiera un pánico
momentáneo, y extendió una mano paralizada, que vagó temblando sobre la
radio para subir el volumen. La orquesta de D’Arienzo tapó por un rato el
bochinche, pero no impidió que se aterrara al pensar en sus últimos días: ¿qué
les iba a dejar a sus descendientes?
Cuando
ya no se escuchaba casi nada de afuera del cuarto, el piso chilló debajo de una
zapatilla: había un hombre parado a su
lado; sobre su cabeza apoyó una mano con suavidad. Qué bueno era su hijo al
hacer eso. Por un momento, pensó que se iba a ir sin saludar, como el
resto.
Pensó
que los jóvenes de ahora viven distraídos, encorvados en su celular. Recordó
una frase de Francisco que escuchó en la radio: “la pantalla puede también permanecer encendida, pero la vida se apaga
antes de tiempo”. Se dejó llevar por esos pensamientos, hasta que la voz del joven la trajo de
vuelta al presente:
-
¿Estás bien?
-
Bene.
-
Estamos apurados… ¡Vamos a llegar tarde a todos lados! Ahora me voy. ¿Está bien?
- Va
bene.
Carla
bajó el volumen de la radio y se remontó más en el pasado. Ella se había criado
en estado de sitio: conoció el hambre y la guerra desde muy chica. Cuando
recién cumplía los 10 años, el 25 de abril de 1945 finalizó la guerra para los
italianos.
En la
actualidad, hay una fiesta nacional en esa fecha, pero quienes vivieron esa
época tenían una gran incertidumbre por su futuro, mientras que se
implementaban medidas de emergencia para afrontar la crisis. Frente a ese
panorama, Carla huyó, junto a sus padres, hasta el fin del mundo.
También
recordó que, diez años después, volvió a vivir un bombardeo, pero esta vez en
Buenos Aires. A partir de ahí, los sucesivos gobiernos civiles y militares
tomaron medidas de emergencia, que decían que iban a ser excepcionales, para
enfrentar todo tipo de crisis, reales o inventadas.
En 1956, “el
Estado, acuciado quizás por las necesidades, echó mano de los capitales
acumulados en las cajas” previsionales, lo cual “es simplemente un robo, porque el dinero no era del Estado sino de la
gente que había formado esas sociedades y organizaciones”, como dijo Perón
haciendo un balance en 1973.
Empezó
a pasar lo que, ahora, le sigue pasando a Carla: “los pobres jubilados comenzaron a sufrir las consecuencias de una
inflación que no podía paliar ningún salario ni ninguna jubilación”. Como
las cajas quebraron, “el Estado tuvo que
hacerse cargo de todas las prestaciones”.
- ¡Antes, non era così! -pensó. Se
acordó de cuando llegó a la playa argentina en 1947 y se encontró con una
realidad diametralmente opuesta a la que había dejado en el Viejo Mundo: se
levantaban las chimeneas de las fábricas y se extendía el ferrocarril, al
tiempo que los salarios y las empresas crecían.
Cuando
se juntan todos a comer y, a la fuerza, dejan de mirar las pantallas, Carla
siempre les cuenta a sus nietos que, en esa época, el subte seguía funcionando
a la madrugada, porque la calle Corrientes nunca dormía: los teatros ampliaban
el aforo y las pizzerías sumaban salones.
Hija
de obreros, Carla pudo estudiar magisterio y, a poco de graduarse, consiguió
trabajo en lo que sería la vocación de su vida. Siempre se llevó bien con los
jóvenes: era la única que lograba que se interesaran en los clásicos.
Su
favorito era la Eneida de Virgilio, donde se cuenta, desde el punto de vista de
los invadidos, el incendio de Troya y el escape de Eneas. Con una sonrisa
pícara, pero tierna, solía decir al presentar el tema:
-
¿Cómo no vamos a estar por todo el mundo rompendo le scatole, si los tanos
venimos de un emigrado!
En el
poema, el héroe pasa por diversas aventuras en su travesía por el Mediterráneo,
hasta llegar al Lacio, donde se fundaría Roma. Carla siempre contaba que, antes
de irse, Eneas se metió entre las llamas para rescatar a su hijo y a su padre
Anquises, quien, por su sabiduría, sería indispensable para llegar a destino.
Como
Eneas cuando llegó al Lacio, Carla estaba muy agradecida con el pueblo que la
recibió, ya que también esta era una tierra de esperanza. En esa época, el que
trabajaba podía aspirar a que sus hijos fueran profesionales, a hacerse su
casa, a proyectar una familia y una vida.
Todavía
recuerda cuando, mientras daba sus primeros pasos en la docencia, enseñaba en el
colegio “La razón de mi vida”, donde
Evita afirmaba: “Mi ambición sería, por
ejemplo, pasar los últimos años de mi vida en cualquiera de mis Hogares para
Ancianos”.
En
todas las actividades, se crearon cajas para que “existiera una cobertura de los riesgos; de la vejez, de la invalidez y
de las enfermedades”, gestionadas por los trabajadores y autosuficientes. A
su vez, crearon “el Instituto de
Reaseguros (…), para que mediante un fondo común se auxiliaran mutuamente”.
En la
época de Perón, “ningún jubilado tuvo
jamás que quejarse porque le liquidaran mal, tarde o nunca, como suele suceder”,
porque se seguía una misión:
Que
en la comunidad nadie quedara abandonado a su propia suerte y que un sentido de
solidaridad social permitiera que todos los hombres que trabajaban para la
grandeza del país, pudieran en un momento de infortunio, tener cubiertos los
riesgos para poder seguir viviendo dentro de un margen de felicidad y
tranquilidad que es consustancial a la vida humana.
Ni el
hijo, ni los nietos de Carla verían jamás lo que ella vio en las calles, por
esos años: “Desaparecieron los niños y
los viejos que pedían limosna”. Siguió bastante tiempo reflexionando sobre los días de su juventud, hasta que
se preguntó:
- Come siamo arrivati in questo inferno?
Sus ojos apagados observaron el desarrollo del
final tan vívidamente como en esa época remota. Una
manada de lobos de distinto pelaje cercó al pueblo argentino. Algunos, mientras sus hermanos se ocupaban
de la matanza, se habían echado a un costado y habían descansado. Esperaban
su turno.
A
partir de 1976, los lobos de pelaje verde oliva, invocando situaciones
imponderables y ajenas a su voluntad, suspendieron la vigencia de la
Constitución Nacional, disolvieron el Congreso y arrasaron con todas las
conquistas sociales que pudieron. Intervinieron los sindicatos, las obras
sociales y las cajas previsionales.
En
1983, llegó el turno de los lobos de pelaje morado, cuando la presa ya tenía los flancos desgarrados y ensangrentados. Las
cajas estaban quebradas y el Estado, endeudado como nunca, no podía pagar, lo
que generaba montones de juicios.
Tres
años después, por decreto, se suspendió el trámite de todos los reclamos y el
pago de todas esas deudas[i]. La mayoría no iba a llegar a cobrar, ya que la
hiperinflación de 1989 le abrió paso a otro lobo, que parecía el más amigable,
pero pronto mostró los colmillos
babeantes.
En
los ’90, privatizaron los fondos previsionales, poniéndolos al servicio de la
timba financiera, al tiempo que se prohibió por ley la proporcionalidad entre
el salario de actividad y el haber jubilatorio [i].
Antes de la fecha de vencimiento de la
suspensión, ordenaron cambiar las deudas de juicios previsionales por bonos.
Millones nunca cobraron lo que les correspondía, porque murieron en el camino.
Carla sospechaba que con su juicio iba a pasar lo mismo…
Entonces, ante sus ojos oscurecidos, se
proyectó la visión del pueblo retobado en las calles, vio parpadeantes formas grises, entre el
humo de los gases y de las gomas enardecidas. Fue cuando recortaron un 13% las
jubilaciones y los salarios.
El 20
de diciembre de 2001, superados
momentáneamente por su miedo hereditario al pueblo, los lobos
retrocedieron, lanzando un prolongado
llamado a sus hermanos: y estos respondieron con avidez.
“Hoy puedo ya mirar con mucha pena, lo que
otros años miré con ilusión”, decía la voz de Gardel en la radio, mientras
Carla recordó cuando vio por última vez una luz de esperanza.
La
recuperación para el Estado de los fondos previsionales privatizados y el fallo
Badaro, que ordenaba restablecer la proporcionalidad entre los haberes y el
salario, la habilitaron para reclamar que se le liquidaran sus haberes como
corresponde.
Carla
no inició un juicio para morir rica: “No
hay mortajas con bolsillos”, como dice el tango. Pero sí quería dejar algo
a su familia, que no merecía pasar por tantos problemas, con todo lo que había
hecho en su vida para dejar atrás la pobreza.
Aunque
la Justicia le dio la razón, la ANSES nunca le pagó, invocando el interés
general y la emergencia económica. No le
preocupaba esa cosa concreta llamada individuo. Su interés estaba en la
especie.
Los
tangos, con todas las cosas terribles que decían, alegraban a Carla más que las
noticias… Días atrás, escuchó que se
instaló un círculo gris de mandíbulas babeantes en el Hotel Hilton. La
líder de la manada aulló:
Argentina
envejece muy rápidamente. Cuando este niño que llevo en la panza tenga 40 años
el principal grupo poblacional en la Argentina va a ser el de mayores de 60 (…)
Recordarán
que el año pasado comentamos que el principal componente de nuestro gasto
público es el previsional y ahí, en el gasto previsional, no son las
jubilaciones mínimas, sino jubilaciones de hasta un millón de pesos, que tienen
algún criterio de excepcionalidad. Implican 7 puntos del PBI, casi tres veces
el déficit fiscal.
No
tenemos muchos criterios racionales en nuestro sistema previsional (...)
Privilegiamos algunas profesiones, por sobre otras, cuando, si queremos,
podemos encontrar argumentos válidos para que cualquier profesión tenga un
régimen diferencial. Sabemos que un sistema así no es sostenible.
Si
dejamos el sistema como está, el status quo, antes del final de la próxima
gestión, en 2027, el gasto previsional puede ser el 47% mayor, o sea, implicar
17 puntos del PBI. Esto no solo pone en juego la salud fiscal del Estado, sino
la posibilidad de pagar cualquier jubilación. (…)
¿Será
que, por ahí, no queremos asumir costos altos hoy, por supuestos beneficios del
futuro, que ni siquiera es que tenemos garantías de que los vamos a poder
cosechar nosotros?
Estas
palabras no sólo la hicieron sentir una carga para las nuevas generaciones,
sino que, también, culpa por creer que sus 30 años de magisterio tenían algo de
especial. Para estas bestias insaciables, Carla era una privilegiada y una
generadora neta de gasto público. ¿Y qué era para su familia?
“Y cerré fuerte los ojos y apreté fuerte los
labios, pa’ no verte, pa’ no hablarte, pa’ no gritarte un ‘Adiós’”,
cantaba Julio Sosa en la radio, cuando Carla tomó su última decisión. ¿Por qué aferrarse a la vida?, se preguntó. La
internaron por unos días, pero los médicos de PAMI la mandaron de vuelta a
casa.
–Si
no quiere abrir la boca, no la podemos alimentar de forma intravenosa por tiempo
indeterminado. Lo lamento, pero estamos con pocas camas y la demanda de
pacientes no para de crecer.
¿Qué importaba al fin y al cabo? ¿No era esa
la ley de la vida?
Reflexiones finales.
Hasta
aquí, hemos seguido los trazos del cuento “La ley de la vida” de Jack London
(2016), adaptado a la actualidad argentina. Las palabras en bastardilla que no
tienen comillas son citas del texto original, traducido por Jorge Fondebrider.
Se trata de una ficción basada en testimonios reales, a la que recurrimos ya
que queremos evitar, la frialdad con que se suelen abordar estos temas.
La
idea surgió a partir del film El método (2005), dirigido por Marcelo Piñeyro,
donde se representa una entrevista laboral con un extraño método de selección
de personal, que consiste en una competencia en tiempo real, donde son
observados y se echan unos a otros como si fuera un reality show.
“La ley de la vida” y la “Eneida”.
Basada
en la obra teatral El método Grönholm, del dramaturgo catalán Jordi Galceran
(actualmente en cartel en el Teatro Paseo La Plaza), la película es una
denuncia del capitalismo contemporáneo, donde “el hombre es el lobo del hombre”. Esto queda claro cuando el
personaje interpretado por Eduardo Noriega, para descartar por su edad a una
colega, relata sucintamente el cuento de London:
Jack
London tiene un cuento donde una tribu de esquimales migra por el cambio de
estación. Es la historia de un anciano, cansado, casi ciego, que siente que no
puede seguir el ritmo de la tribu. Entonces, todo el grupo se detiene y se
despide de él, uno a uno. Sus hijos también. Y lo dejan allí, sin más, con un
montoncito de leña.
El
viejo se sienta en la nieve, tranquilo, recordando lo que había sido su vida.
Y, cuando se acaba la leña, se muere congelado (…) Es un cuento muy didáctico.
De hecho, hay mucha gente que debería aprender de él.
Al
contrario de la tribu de los esquimales, nuestra cultura se considera heredera
de la tradición latina, cuyo origen mítico se remonta a Eneas, siempre
representado con Anquises, su padre, cargado al hombro (Virgilio, 2021). El
anciano siempre fue cuidado y escuchado, a pesar de todas las contingencias y
situaciones críticas que el héroe debió atravesar, porque era el que tenía la
misión de transmitir, a las nuevas generaciones, el pasado del pueblo que iban
a fundar, de aconsejar desde su experiencia y de develar el destino de gloria
que los esperaba.
Neoliberalismo y darwinismo social.
Sin
embargo, hoy parecen imperar las pautas de los salvajes descriptos por
London[ii], los cuales se inspiraban, como refiere el protagonista, en la
naturaleza. La metáfora biologicista suele ser, como refleja el film citado, un
recurso retórico del neoliberalismo. Se justifica la desprotección de niños,
ancianos y discapacitados con argumentos de racionalidad económica, tal como
los esquimales del cuento justificaban el abandono del anciano.
De
origen obrero y gran experiencia en la lucha sindical (incluso fue preso en
EEUU), London (2016) conocía las teorías de Spencer, denominadas darwinismo
social y surgidas en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XIX, que
buscaban justificar el colonialismo y la expoliación de los pueblos citando las
ventajas, para la especie, de la “supervivencia
del más apto” [iii].
A su
vez, durante el siglo XX, los nazis también justificaron sus atrocidades
amparados en argumentos de ese tipo: la salvación de la raza valía el
sacrificio de muchos, considerados una carga, como refleja el film Amén (2002),
de Costa Gavras, donde se representa una clase de economía en el III Reich, en
la que se calculan las ventajas de eliminar a los discapacitados.
Hoy
en día, los liberales repiten argumentos semejantes para dejar desamparados a
nuestros ancianos, como se puede ver en el discurso de Gala Díaz Langou,
directora ejecutiva del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la
Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), citado en el relato. Dicho discurso fue
pronunciado frente a “más de 1.000
referentes de la política, del sindicalismo, de las empresas, de la cooperación
internacional y líderes de opinión”. Muchos aplaudieron a la dirigente de
este think thank, de gran influencia en el establishment local.
¿Cómo puede convivir el descarte de nuestros
ancianos con tantos tratados internacionales que proclaman la dignidad del ser
humano?
La
emergencia, la crisis y la excepción, como podemos ver, se han convertido, a lo
largo de décadas, en lo cotidiano, en el status quo, en la regla (González,
2007). Pero, como dice el filósofo italiano Giorgio Agamben: “Una sociedad que vive en estado de
emergencia perpetua no puede ser una sociedad libre” (González, 2007).
Esto
explica la paradoja fundamental del mundo en que vivimos, que se supone que se
rige por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que reconocía el
derecho a la seguridad social como indispensable para la dignidad humana [iv],
pero, como señala Francisco:
Observando
con atención nuestras sociedades contemporáneas, encontramos numerosas
contradicciones que nos llevan a preguntarnos si verdaderamente la igual
dignidad de todos los seres humanos, proclamada solemnemente hace 70 años, es
reconocida, respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias.
En el
mundo de hoy persisten numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones
antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias,
que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre. Mientras una
parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida,
despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados.
Nunca faltan las excusas para violar los
derechos humanos.
Si
algo nos demuestra la historia es que el capitalismo entra cíclicamente en
crisis y que sale de esas crisis hambreando a los pueblos y desatando guerras
fratricidas.
Hoy
en día, sin habernos recuperado todavía de las consecuencias económicas de la
pandemia, enfrentamos una crisis a nivel global que amenaza superar la de 2008,
ya que se suma la guerra en Ucrania, entre otros focos de conflicto entre las
potencias. Las excusas para violar los derechos humanos no faltan, nunca
faltaron, ni van a faltar.
“¡Nadie se atreva a tocar a mi vieja!”
En
nuestro país, en diciembre de 2017, se llevó adelante una nueva reforma
previsional, que desató la protesta del movimiento obrero, contestada, a su
vez, con represión. Imposible no recordar ese episodio de nuestra historia
reciente, cuando vemos la rebelión popular que se desató en Francia en marzo de
2023 [v].
Esto
no es nuevo: En los ‘90s, Pappo cantaba: “Mi
mamá va a la plaza con pancartas, con las pancartas que yo mismo le armé, ella
protesta porque ya está harta de que la afanen una vez por mes”. Tampoco es
innovadora la respuesta del poder: “En
una de las manifestaciones, vino la cana y se la quiso llevar, por reclamar lo
que le corresponde. ¡Me vuelvo loco… y los quiero matar!”.
Como
podemos advertir en el actual discurso del establishment, no han sido
suficientes tantos años de expoliación. Tampoco ha sido suficiente que este
gobierno adoptara una fórmula de cálculo de los haberes aún peor que la de
Macri. El FMI exige más sacrificios a nuestros jubilados y le van a negar el
derecho a retirarse a cada vez más trabajadores de edad avanzada.
El
final sigue abierto y depende de nosotros: ¿abandonamos a nuestros ancianos en
la nieve como los esquimales o los cargamos al hombro y salimos adelante, como
Eneas? Dicho en criollo, si ellos estuvieron cuando los necesitaste, ¿cómo no
vas a estar cuando les quieran sacar el pan de la mesa a tus viejos?
Bibliografía:
Francisco (2020) Carta Encíclica Fratelli Tutti. Editorial
Santa María.
Galcerán,
J. (2021) El método Grönholm. Bolchiro.
González,
H. (2007) Estado de no derecho. Emergencia y derechos constitucionales.
Editorial Del Puerto.
London,
J. (2016) Once cuentos de Klondike. Editorial Eterna Cadencia.
Perón,
E. (1951) La razón de mi vida.
Supiot,
A. (2012) Homo juridicus. Editorial Siglo XXI.
Virgilio
(2009) Eneida. Losada.
Material audiovisual:
Películas:
Costa
Gavras (2002) Amén. TF1 Films Production.
Diaz
Langou, G. (2023) Cena CIPPEC: La urgencia de pensar en el futuro, aún en
incertidumbre.
https://www.youtube.com/watch?v=BQkJH9cYlmA&ab_channel=CIPPEC
https://www.cippec.org/cena-cippec-2023/
Perón,
J. D. Mensaje televisivo emitido el 30/11/1973, en el marco de la clausura de
la Semana de la Seguridad Social.
https://www.youtube.com/watch?v=hnkfhX8n1H8&ab_channel=gabo2000ar
Piñeyro,
M. (2005) El método. Coproducción España-Argentina; Alquimia, Tornasol Films.
Música:
Acquaforte
(1933) Horacio Pettorossi y Juan Carlos Marambio Catán.
Amarroto
(1951) Juan Cao y Miguel Bucino.
Mala
suerte (1939) Francisco Lomuto y
Francisco Gorrindo.
Mi
vieja (1992) Eduardo Frigerio, Sebastián Borensztein y Norberto “Pappo”
Napolitano.
[i]
En el relato de las medidas en perjuicio de los jubilados, tomamos como
referencia al Dr. Horacio Ricardo González (2007). En 1986, Raúl Alfonsín
decretó “el estado de emergencia
económica del sistema de previsión social y paralizaba el trámite de todos los
juicios, la iniciación de nuevos y los reclamos administrativos” por tres
años, y la paralización de la ejecución de sentencias judiciales a favor de los
jubilados (Decreto 2196/1986). En los primeros meses de gobierno, Carlos Menem
se arrogó facultades extraordinarias, que le permitirían, a su vez, avasallar
los derechos fundamentales, “en ejercicio
del Poder de Policía de Emergencia del Estado, con el fin de superar la
situación de peligro colectivo creada por las graves circunstancias económicas
y sociales que la Nación padece”, como estableció el primer artículo de la
Ley de Emergencia Económica (23697/89). Como consecuencia de esto, la ley
23982/91 dispuso la consolidación de la deuda pública interna (incluyendo las
contraídas con jubilados y pensionados), anterior al 1°/04/1991. Con estas
medidas, desfalcaron a los que ya estaban jubilados, pero todavía les faltaba
ir por los derechos de los que se iban a jubilar en el futuro. En ese sentido,
dice González (2007): “A ello, cabe
agregar el avance posterior en la denominada ‘privatización de la seguridad
social’, la progresiva sustitución de los sistemas de seguridad social basados
en el seguro social por regímenes privados de seguros comerciales como es el
caso de las leyes 24241/1993, que establece el régimen mixto en materia
previsional, modificada luego por la denominada ‘ley de solidaridad
previsional’ 24463/1995, y la ley 24557/1995 que sustituye el régimen de
accidentes de trabajo por el sistema de aseguradoras de riesgos de trabajo. A
ello, se sumó el proceso de desregulación de los sistemas de salud (Decretos
292/1995 y 492/1995) y la pérdida del
carácter universal de las asignaciones familiares”.
[ii]
Según el traductor y comentarista Jorge Fondebrider, London (2016) fue
cuestionado cuando publicó este relato, ya que no eran exactas sus referencias
a las costumbres de los pueblos originarios del Yukón. En particular, William
H. Dall, explorador de Alaska y el norte de Canadá, “objetó las descripciones que London hizo de las diferentes etnias de
la zona”. London dijo, con razón, que Dall no estaba evaluando sus textos
con criterio estético, como correspondería, tratándose de una ficción. Sin
embargo, ante la confusión que pueda generar en el lector, aclaramos que no se
intenta juzgar a otra cultura por una historia de ficción, sino analizar las
ideas que están implícitas en el relato de London.
[iii]
En ese sentido, dice Fondebrider que London (2016) leyó a Spencer, aunque para
el comentarista esa denominación no es correcta: “La idea de progreso se opone a la teoría evolutiva darwiniana, razón
por la cual el llamado darwinismo social debería más bien ser llamado
‘spencerismo social’. El malentendido que llevó a esta confusión se basó en que
la célebre expresión de Spencer ‘the survival of the fittest’ (la supervivencia
del más apto) fue adoptada por Darwin en posteriores ediciones de su obra, en
reemplazo de la expresión ‘struggle for existence’ (lucha por la existencia).
Además, se confundió la idea de la competencia que tenían ambos autores.
Mientras que Darwin señalaba que la competencia de varios organismos puede
resultar en la muerte de una especie u organismo, la competencia a la que
Spencer se refiere se acerca más al concepto utilizado por los economistas,
según el cual personas o empresas que compiten mejoran el bienestar del resto
de la sociedad”.
[iv]
La Observación General Nº 19, del Comité de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales de la ONU (23/11/2005), dice en el artículo 6°: “Las consideraciones de derechos humanos de la seguridad social
aparecen claramente en la Declaración de Filadelfia de 1944, en la que se pedía
'extender las medidas de seguridad social para garantizar ingresos básicos a
quienes los necesitan y prestar asistencia médica completa'. La seguridad social fue reconocida como un
derecho humano en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que
declara en el artículo 22 que 'toda persona, como miembro de la sociedad, tiene
derecho a la seguridad social', y en el párrafo 1 del artículo 25 establece que
toda persona tiene 'derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad,
invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia
por circunstancias independientes de su voluntad'. Este derecho fue posteriormente reconocido en
diversos tratados internacionales de derechos humanos y tratados regionales de
derechos humanos. En 2001, la Conferencia Internacional del Trabajo, compuesta
de representantes de los Estados, empleadores y trabajadores, afirmó que la
seguridad social 'es un derecho humano fundamental y un instrumento esencial
para crear cohesión social'”. Sin embargo, en el artículo siguiente, dice: “Al Comité de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales le preocupa el nivel sumamente bajo de acceso a la seguridad
social de una gran mayoría (un 80% aproximadamente) de la población mundial que
carece actualmente de acceso a una seguridad social estructurada. De este 80%, el 20% vive en situación de
pobreza extrema”.
[v]
La rebelión popular que estalló recientemente en Francia es una clara muestra
de esto. Hace rato que los economistas, empleados del capital financiero
global, conducen los destinos de Europa, sea desde el gobierno de los países,
sea desde la estratégica Banca Central Europea. Macron es un producto más de
este fenómeno político, cuyas implicancias han sido el avance permanente sobre los
derechos sociales, con la excusa de la crisis. Hace unos años, enfrentó la
rebelión de los “chalecos amarillos” en contra del aumento de la nafta y de los
impuestos a los jubilados. Este año, Macron intentó aprobar en el parlamento
una reforma previsional que elevaba la edad de jubilación, aclarando, como se
debe, que no le gustaba hacerlo y que era lo que imponía la emergencia. Como la
Cámara de Diputados lo rechazó, decidió aprobarla por decreto. Como decía el
filósofo alemán Carl Schmitt, “soberano es
el que decide sobre el estado de excepción”. Frente a este atropello del
sistema republicano, concebido con el fin de avasallar los derechos de los
trabajadores, el movimiento obrero convocó a la huelga y el pueblo salió a las
calles, para hacer oír su voz, una vez que sus representantes parlamentarios
fueron ignorados. Las imágenes de la policía disparando a mansalva y
arrastrando a la gente a sus jaulas nos recordaron que, lejos de una
democracia, nuestro sistema es la plutocracia. El sistema republicano, la
representación popular y los derechos humanos se respetan siempre y cuando no
afecten los intereses del poder económico. DW (17.03.2023) “Protestas contra
reforma de pensiones deja más de 300 detenidos en Francia”.