Los
inmigrantes y el tango - Tu solo destino es siempre volar por Germán Duarte
A pesar de los distintos mitos que han construido
admiradores y detractores de Carlos Gardel, sabemos que el 11 de diciembre de
1890 Carlos Gardel nació en la ciudad francesa de Toulouse. Su madre, Marie
Berthe Gardes, lo llamó Charles Romuald Gardes. Durante el año 1893 viajaron a
Buenos Aires, Argentina, donde emigraron escapando no solo de la miseria que se
vivía en su lugar de origen, sino también del estigma que una madre soltera
debía enfrentar en aquella época.
Es importante recordar estos datos históricos de la
biografía de Gardel ya que explican en gran medida la especial sensibilidad del
zorzal criollo para con los inmigrantes, que en aquella época venían en buques,
de distintas partes del mundo, mayoritariamente de Europa y, en particular, de
Italia, Francia y España, al tiempo que también nos hace pensar en su profunda
empatía por el drama que sufrían las mujeres en aquel tiempo, particularmente
las de los sectores populares.
En el hermoso tango Padrino Pelao, que Carlos Gardel graba
en el 28 de agosto de 1930, con las guitarras de Aguilar, Barbieri y Riverol,
se describe una pintoresca escena de un barrio suburbano del Buenos Aires de
aquel entonces, donde con tono burlón se representan las dificultades de la
integración social y los prejuicios imperantes en la sociedad argentina de la
época. Un dato de color es el divertido recitado de Gardel en cocoliche, como
se denomina a la típica mezcla de castellano con italiano que se daba en
aquella época. Carlos Gardel cuando
canta el tango “La Violeta” dice: […]
Con el codo en
la mesa mugrienta
y la vista
clavada en un sueño,
piensa el tano
Domingo Polenta
en el drama de
su inmigración.
Y en la sucia
cantina que canta
la nostalgia
del viejo paese
desafina su
ronca garganta
ya curtida de
vino carlón.
E La Violeta
la va, la va, la va;
la va sul
campo che lei si sognaba
ch’era suo
yinyín que guardándola estaba...
¡Saraca,
muchachos, dequera un casorio!
¡Uy Dio, qué
de mina, 'ta todo alfombrao!
Y aquellos
pebetes, gorriones de barrio,
acuden
gritando: ¡Padrino pelao!
El barrio
alborotan con su algarabía;
allí, en la
vereda, se ve entre el montón,
el rostro
marchito de alguna pebeta
que ya para
siempre perdió su ilusión.
Y así, por lo
bajo,
las viejas del
barrio
comentan la
cosa
con admiración:
"¿Ha
visto, señora,
qué poca
vergüenza?
¡Vestirse de
blanco
después que
pecó!"
Y un tano
cabrero
rezonga en la
puerta
porque un
compadrito
manyó el
estofao:
"Aquí, en
esta casa,
osté no me
entra.
Me son dado
coenta
que osté es un
colao."
RECITADO DE
GARDEL EN ITALIANO
Por qué se dio el fenómeno de la inmigración masiva en la
Argentina? No solo los grandes exponentes de la Generación del '37, como Juan
Bautista Alberdi, sino también históricos Presidentes como Domingo Faustino
Sarmiento y Bartolomé Mitre se refirieron durante la segunda mitad del siglo
XIX a la necesidad de poblar nuestro país con población europea, al tiempo que
eran masacrados los pueblos originarios y los gauchos, milenarios señores de la
inmensa llanura pampeana, cuando, previo a la Ley de Enfiteusis de Bernardino
Rivadavia, la tierra no estaba alambrada.
Decía Juan Bautista Alberdi:
"Haced
pasar el roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas
populares, por todas las transformaciones del mejor sistema de instrucción; en
cien años no haréis de él un obrero inglés, que trabaja, consume, vive digna y
confortablemente".
Sin embargo, los inmigrantes que llegaron no eran los
esperados por los que fundaron el Estado argentino contemporáneo. Llegaron,
como hemos dicho, inmigrantes provenientes de los países latinos de Europa.
Vinieron con sueños de hacerse la América, como decían, soñaban con progresar,
con dejar en el pasado la pobreza, la explotación, las injusticias.
Carlos Gardel describe esas esperanzas y el empeño que
pusieron aquellos inmigrantes en construir desde abajo los cimientos de la
Argentina contemporánea, ya que soñaban con un futuro dichoso para sus hijos,
como el humilde héroe Giuseppe, el zapatero, a quien le cantó el 1° de
diciembre de 1930 acompañado por las guitarras de Aguilar, Barbieri y Riverol.
Che tique,
tuque, taque,
se pasa todo
el día
Giuseppe el
zapatero,
alegre
remendón.
Masticando el
toscano
per far la
economía,
pues quiere
que su hijo
estudie de
doctor.
El hombre en
su alegría
no teme al
sacrificio,
así pasa la
vida
contento y
bonachón.
¡Ay, si
estuviera, hijo,
tu madrecita
buena!,
el recuerdo lo
apena
y rueda un
lagrimón.
Tarareando la
violeta
Don Giuseppe
está contento;
ha dejado la
trincheta,
el hijo se
recibió.
Con el dinero
juntado
ha puesto
chapa en la puerta,
el vestíbulo
arreglado,
consultorio
con confort.
He tique,
taque, tuque,
Don Giuseppe
trabaja.
Hace ya una
semana
el hijo se
casó;
la novia tiene
estancia
y dicen que es
muy rica,
el hijo
necesita
hacerse
posición.
He tique,
taque, tuque,
ha vuelto Don
Giuseppe,
otra vez todo
el día
trabaja sin
parar.
Y dicen los
paisanos
vecinos de su
tierra:
Giuseppe tiene
pena
y la quiere
ocultar.
En ese precioso tango, se puede observar la nostalgia del
inmigrante que, a pesar de haber logrado el objetivo de su vida, sigue hundido
en la melancolía. El mismo sentimiento lo interpreta Carlos Gardel en hermoso
tango La Violeta, grabado el 19 de septiembre de 1930, también con las
guitarras de Aguilar, Barbieri y Riverol. En este precioso tema, Gardel vuelve
al italiano, esta vez cantando una vieja canción italiana en el estribillo:
Él también
busca su soñado bien
desde aquel
día, tan lejano ya,
que con su
carga de ilusión saliera
como La
Violeta que la va, la va...
Canzoneta de
pago lejano
que idealiza
la sucia taberna
y que brilla
en los ojos del tano
con la perla
de algún lagrimón...
La aprendió
cuando vino con otros
encerrado en
la panza de un buque,
y es con ella,
metiendo batuque,
que consuela
su desilusión.
No sólo la nostalgia causa sufrimiento a los inmigrantes
recién llegados a Buenos Aires y al interior de nuestro país. La Argentina
ofrecía la ciudadanía y los plenos derechos civiles que ello conllevaba, los
países del Viejo Mundo solventaban los pasajes y el hospedaje de los recién
llegados, pero la contracara de todas esas ventajas era la pobreza y la
explotación, lo cual se sufría en las haciendas del Sur, en los quebrachales
del Norte, en las fábricas de Avellaneda, Pompeya, Barracas, en el Puerto de
Buenos Aires y en los peringundines, milongas y cabarets, donde las mujeres
eran explotadas por despiadados cafishos y tratantes de blancas.
Carlos Gardel describe la contracara de los sueños y las
promesas que ilusionaban a los millones de migrantes que llegaron "a la
playa argentina" en el triste tango Galleguita, grabado en 1925.
Galleguita
La divina
La que a la
playa Argentina
Llego una
tarde de abril
Sin más
prendas
Ni tesoros
Que tus bellos
ojos moros
Y tu cuerpo
tan gentil
Siendo buena
Eras honrada
Pero no te
valió nada
Que otras
cayeron igual
Eras linda
galleguita
Y tras la
primera cita
Fuiste a parar
a Pigall
Sola y en
tierras extrañas
Tu caída fue
tan breve
Que como bola
de nieve
Tu virtud se
disipo
Tu obsesión
era la idea
De juntar
mucha platita
Para tu pobre
viejita
Que en la
aldea quedo
Pero un
paisano malvado
Loco por no
haber logrado
Tus caricias y
tu amor
Ya perdida la
esperanza
Volvió a tu
pueblo el traidor
Y envenenando
la vida
De tu viejita
querida
Le contó tu
perdición
Y así fue que
el mes pasado
Te llego un
sobre enlutado
Que en luto tu
corazón
Y hora te veo
Galleguita
Sentada triste
y solita
En un rincón
de Pigall
Y la pena que
me mata
Claramente se
retrata
En tu palidez
mortal
Tu tristeza es
infinita
Ya no sos la
Galleguita
Que llego un
día de abril
Sin más
prendas
Ni tesoros
Que tus bellos
ojos moros
Y tu cuerpito
gentil
Frente a las injusticias sociales que se vivían en la Buenos
Aires de principios de siglo XX, se levantaron las protestas de los
trabajadores, quienes se organizaban en sindicatos y difundían a través de la
prensa sus ideas, muchas de las cuales venían a través de los inmigrantes
europeos, en particular los italianos y españoles. El trabajador criollo
rápidamente se sumó a los reclamos, entendiendo la justicia de los mismos, pero
el poder consideraba que la influencia perniciosa de los migrantes era la única
causa del conflicto social. Por eso, en 1902 se sancionó la Ley n°4144, llamada
la Ley de Residencia, la cual decía en uno su segundo artículo:
"El Poder
Ejecutivo podrá ordenar la salida de todo extranjero cuya conducta comprometa
la seguridad nacional o perturbe el orden público".
Y agregaba en el cuarto artículo:
El extranjero
contra quien se haya decretado la expulsión tendrá tres días para salir del
país, pudiendo el Poder Ejecutivo, como medida de seguridad pública, ordenar su
detención hasta el momento del embarque.
Carlos Gardel denuncia esta injusta ley, describiendo el
contexto de pobreza e injusticia social en que se había sancionado y se
continuaba aplicando, describiendo el drama que debía vivir la familia del
expulsado, sus padres que no volverían a verlo, el sufrimiento de su esposa y
sus hijos. Es así que grabó el tango Al pie de la Santa Cruz con las guitarras
de Barbieri, Riverol, Vivas y Pettorossi.
Declaran la
huelga,
hay hambre en
las casas,
es mucho el
trabajo
y poco el
jornal;
y en ese
entrevero
de lucha
sangrienta,
se venga de un
hombre
la Ley
Patronal.
Los viejos no
saben
que lo
condenaron,
pues miente,
piadosa,
su pobre
mujer.
Quizás un
milagro
le lleve el
indulto
y vuelva en su
casa
la dicha de
ayer.
Mientras
tanto,
al pie de la
santa Cruz,
una anciana
desolada
llorando
implora a Jesús:
"Por tus
llagas que son santas,
por mi pena y
mi dolor,
ten piedad de
nuestro hijo,
¡Protégelo,
Señor!"
Y el anciano,
que no sabe ya
rezar,
con acento
tembloroso
también
protesta a la par:
"¿Qué mal
te hicimos nosotros
pa' darnos
tanto dolor?"
Y, a su vez,
dice la anciana:
"¡Protégelo,
Señor!..."
Los pies engrillados,
cruzó la
planchada.
La esposa lo
mira,
quisiera
gritar...
Y el pibe
inocente
que lleva en
los brazos
le dice
llorando:
"¡Yo
quiero a papá!"
Largaron
amarras
y el último
cabo
vibró, al
desprenderse,
en todo su
ser.
Se pierde de
vista
la nave maldita
y cae
desmayada
la pobre
mujer…
Como una revancha del destino, Carlos Gardel culmina su
carrera volviendo al Viejo Mundo, siendo aplaudido en Francia, en Italia, en
España y, por supuesto, en Estados Unidos y toda América Latina. Sin embargo,
Gardel nunca se olvida de sus orígenes, del drama
de su inmigración... En la cima de su carrera, Gardel dedica una de sus más
bellas canciones, "Golondrinas", con música de su autoría y con letra
de Alfredo Le Pera, inmortalizándola en la película "El tango en
Broadway" de 1934, con un hermoso recitado, dedicado a lo que denomina la
Patria Chica: el barrio que nos vio nacer y también dedicado al único destino
del migrante, siempre volar.
Golondrinas de
un solo verano
con ansias
constantes de cielos lejanos.
Alma criolla,
errante y viajera,
querer
detenerla es una quimera...
Golondrinas
con fiebre en las alas
peregrinas
borrachas de emoción...
Siempre sueña
con otros caminos
la brújula
loca de tu corazón...
Criollita de
mi pueblo,
pebeta de mi
barrio,
la golondrina
un día
su vuelo
detendrá;
no habrá nube
en sus ojos
de vagas
lejanías
y en tus
brazos amantes
su nido
construirá.
Su anhelo de
distancias
se aquietará
en tu boca
con la dulce
fragancia
de tu viejo
querer...
Criollita de
mi pueblo,
pebeta de mi
barrio,
con las alas
plegadas
también yo he
de volver.
En tus rutas
que cruzan los mares
florece una
estela azul de cantares
y al conjuro
de nuevos paisajes
suena
intensamente tu claro cordaje.
Con tu eterno
sembrar de armonías
Tierras lejanas
te vieron pasar;
otras lunas
siguieron tus huellas,
tu solo
destino es siempre volar.